lunes, 21 de enero de 2008

El Dia que La Candela jugo con Boca.

Exordio

El autor del relato, es hincha de fútbol del glorioso Olimpo de Bahía Blanca, desde los 5 años de edad. El aurinegro (como se lo identifica a Olimpo) fue en los años 70 y 80 del siglo pasado un valuarte del fútbol del interior que siempre llego a las instancias finales de los viejos torneos regionales, que permitían a los equipos del interior del país enfrentar a los equipos de primera división en el Campeonato Nacional (hasta el año 1985) o liguilla prelibertadores (entre los años 1986 y 1988).
Olimpo tuvo la suerte de codearse con los grandes en tres oportunidades, en el Nacional de 1967, Nacional de 1984 y en la liguilla Prelibertadores del 86 (logro empatar con Boca Juniors en la Bombonera).
Con el nuevo formato de los torneos argentinos de fútbol (Creación del Nacional B y Torneos Argentinos A, B y C organizados por el Consejo Federal de Fútbol, paralelos a los Campeonatos de Primera División A, B, C, D organizados por la AFA) Olimpo tuvo que empezar nuevamente desde abajo. En el año 1992 el autor del relato estaba sobre los tablones de quebracho del Carminatti (Nombre del estadio de Olimpo que por aquel año contaba con una capacidad para 9 mil personas), alentando al aurinegro en el torneo local de la liga del sur (similar al de la liga bragadense) en partidos contra equipos como Sansinena, Bella Vista, Tiro Federal o Villa Mitre; diez años después el mismo autor estaba en el mismo Carminatti totalmente remodelado, con tribunas de cemento y una capacidad para 20 mil personas, alentando a Olimpo contra Boca Juniors, River Plate, Independiente, Racing y San Lorenzo.- Las autoridades municipales, los directivos del club, los socios, los vecinos y las empresas mas representativas de Bahía Blanca apostaron para cumplir un sueño que se hizo realidad. Ningún sueño es inalcanzable. Y cuando lo alcanzamos nunca nadie podrá privarnos de el, nace, vive y muere con nosotros.
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Estaba sentado frente a la pc escuchando por internet la radio del pueblo de donde salí al mundo, Alberti. Un pueblo que se encuentra a 200 Kms hacia el oeste de la Capital Federal, en la Provincia de Buenos Aires, de típico estilo campestre y vida tranquila. Un locutor, con voz decidida y firme fomentaba alentar a La Candela en su próxima intervención en el Torneo del Interior del fútbol argentino: "El Argentino C".-
Se trata de la primera vez que un club de fútbol albertino iba a participar en un torneo de ascenso. Un hecho histórico para un pueblo que nunca supero los 15 mil habitantes. La Candela, típico club de barrio, humilde pero inmenso en solidaridad y esfuerzo, gozo de mi simpatía en mis años albertinos y por supuesto la inmediata participación en la división inicial del ascenso del fútbol del interior, me provocaba una emoción sincera.
Eran casi las dos de la mañana, y el sueño vacacional de un enero porteño, húmedo y caluroso como nunca, me venció, ahí nomás sentado en el sillón del escritorio.-
De repente, me encontraba saliendo del zaguán de una casona centenaria sobre la Av. Vacarezza, allí justo donde al culminar la tarde, ese cómodo lugar que creaba la altísima puerta de madera, abierta de par en par, se convertía en no menos que un palco incalculable para los ojos; el escenario exacto para admirar el transitar revelador y sublime de la mujer mas hermosa de todos los tiempos.
No era casualidad que me encontrara allí, sin embargo no voy a intentar develar el por que, no estoy obligado a saberlo todo tampoco. Si bien no puedo descifrar el año que transcurría, de lo que estoy seguro es que se trataba de un día Domingo, dado que crucé al kiosco de Sánchez a comprar mi diario dominical de cabecera.
Y no era un domingo mas, Alberti estaba de fiesta, La Candela, el discreto equipo de fútbol de la liga albertina después de unos consecutivos ascensos logrados en los torneos argentinos y en el Nacional B, había ascendido a la Primera división del fútbol argentino y debutaba de local nada más ni nada menos que contra el más grande de la Argentina; el Boca Juniors. Nunca nadie se hubiera imaginado que nuestro humilde equipo de “Alberti chico” iba a enfrentar a ese monstruo de la capital que siempre veíamos por televisión.
Todavía el pueblo no había terminado de festejar el ascenso a la primera division que se había logrado apenas un mes atras ganando la promoción contra el Huracán de Parque Patricios. Fue una final apasionante que se definió por penales, bajo una lluvia torrencial, en el Tomas Adolfo Duco.-
Lo máximo que los albertinos habían podido ver y sentir de Boca por los pagos, remite a un partido informal en el estadio municipal "Juan Manuel Sasso" en el que jugara un Rattin y otras glorias xeneixes ya retiradas, por fines de la década del 70 con motivo de una visita, entre tantas, que el rata hiciera a su amigo albertino Don Maldonado; o un partido amistoso de un Boca empobrecido y en emergencia económica (cuya máxima figura, salvo el loco Gatti, era un Outes casi en el final de su carrera) contra el Bragado Club, en el pueblo vecino, que si bien se promociono con fecha 12 de octubre de 1980 no se si realmente se jugo. Tengo mis dudas. Ese día justamente tomé la comunión en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario ante el Padre Iorio y si bien con la plata que junte con la entrega de estampitas estaba en condiciones de hacerme de una entrada para ver a ese Boca caido en desgracia, no tenia quien me llevara; fue asi como me compre, entonces, mis primeros botines Fulvense Mundial 78.-
El ascenso de La Candela a la primera división había motivado, por fin, a las autoridades locales a culminar con la parte final de la remodelación del estadio municipal “El Sasso” que ahora contaba con una capacidad que superaba al número de habitantes del pueblo: 18 mil personas sentadas. Así se saldaba una vieja cuenta pendiente: tener un estadio de fútbol con tribunas de cemento. El estadio volvía a ser el orgullo del pueblo y su reinauguración no podría ser de la mejor manera, un partido de primera división de un equipo albertino frente a un grande como el xeneixe. Las entradas se habían agotado tan solo en el primer día que salieron a la venta.
Salí ansioso. Me asegure que en el bolsillo trasero del pantalon portara la billetera. En apenas una cuadra que camine hacia la plaza Arias, pude ver decenas de personas con las camisetas azules y amarillas que superaban a las rojinegras, la presencia superior era inevitable. Se calculaba que más de 10 mil personas vendrían de la zona y del resto del país a ver el partido, de la capital, de 25 de Mayo, Chacabuco, Chivilcoy, Bragado, 9 de Julio hasta de Rosario, Córdoba y Santa Rosa. Alberti iba a ser invadido.
El pueblo se había revolucionado y el día acompañaba con un sol pleno. Frente al Banco Provincia estaban instalados varios móviles de las radios de Buenos Aires y de los canales de televisión, incluso el de la señal encargada de transmitir el partido para todo el país y el mundo: La Candela-Boca era el codificado del domingo. Decenas de pibes fascinados se agolpaban detrás de los cronistas para salir en la televisión, haciendo cuernitos y monerías.
No había ningún desprevenido en el pueblo, todos se mostraban consustanciados con tamaño evento histórico, hasta el cura de la iglesia se sumaba a la causa; decidió suspender por primera vez en toda la historia del pueblo la misa sagrada del domingo a la mañana, seguramente con la anuencia de la Virgen del Rosario, la patrona de Alberti; no hubiera sido posible de otro modo. Ya había suspendido la misa de la tarde de aquel sábado milagroso de un mes atrás cuando La Candela obtuviera el ascenso frente a Huracán. Se corrió el comentario, que el cura ese día le puso la camiseta de La Candela a nuestra Virgen; y muy seguramente ello volvería a suceder este domingo. El rumor no era infundado. Las puertas de la Iglesia estaban cerradas en el día del Señor. Alguien mas osado llego a comentar que la misma suerte correrían la Virgen Niña y de Fátima.
La policía municipal había pedido más de 150 refuerzos por precaución, era la primera vez que Alberti iba a tener entre sus calles a más de 20 mil personas, 20 mil almas !. Las dos únicas vías de acceso al estadio para los albertinos se habían dispuesto en la esquina de la Av. Vacarezza y Padre Fox y en la Av. circunvalación frente a la cerámica Villa ahora devenida en pintorescos duplex. Los visitantes entraban por la esquina de la Av. Eliff y circunvalación.
A mí ese día, me quedaba más cómodo acceder por el corredor de la Av. Vacarezza, esas seis cuadras que unen el caserón con la cancha fueron interminables, me encontré con gente que hacia años que no veía, nunca hubiera imaginado que iba a ver tantas camisetas rojinegras. Era lógico. En la primera final por el ascenso que La Candela jugo en condición de local en el estadio del Sarmiento de Junín - dado que el Sasso no fue habilitado para esa oportunidad – la gente estaba cauta, no se creía que los candeleros lograrían el ascenso ante el globo; todos ya se habían conformado con el rendimiento logrado en el primer año en el Nacional B con un cómodo cuarto puesto; La Candela había sido la revelación del campeonato. Ese entusiasmo controlado, medido, ahora se había desatado por completo; chicas, chicos, jóvenes, grandes y hasta bebes llevaban puesta la camiseta rojinegra; era natural, ninguno podía estar ausente, y no había sino que ser incondicional de La Candela. Nadie en Alberti se atrevía a invocar los nombres de San Lorenzo, Yugni, 25 de Mayo , FEBA, Deportivo Plá o Juventud; históricos rivales de La Candela en la liga local.
No se por que motivo decidí ir solo, y no lleve a mis hijos, o no fui con mis viejos, quizás estaba destinado que fuera así, sabia de antemano que iba a encontrar a muchos conocidos en la cancha. Igual ello era irrelevante, pues suelo ir solo a la cancha y no voy para encontrarme con conocidos; voy a ver el partido y alentar a mi equipo.
Por una indeseable costumbre, había adquirido una platea baja, cerca del alambrado, para que el referí y los jugadores visitantes escucharan mis insultos y buscar desconcentrarlos. Tamaña tarea me había auto asignado, como si fuera parte de la táctica del equipo favorecido por mi invalorable aliento. Es que siempre, como hincha jugué mi propio partido. Apostado sobre el alambrado me adueña la idea que los jugadores contrarios se desconcentran con mis insultos “fracasado nunca vas a llegar a nada !”, “cornudo, tu mujer en este momento esta acostada con tu vecino gil !. Asimismo siento que los jugadores de mi equipo escuchan mi arenga: “vamos carajo que estos son unos muertos de hambre!; “vamos ponga pierna que usted gana!”. Son típicas frase domingueras de mi otro yo.
Con el referí es igual, ese hombre de negro con un caminar desafiante, sin causa, de multitudes, cara insípida y postura con espalda rígida, de mirada fija y el giro típico de la cabeza como el de las aves de rapiñas, que con su sola presencia sobre la alfombra verde insita a desandar sin concesiones por todo el repertorio de insultos naturales: “fíjate lo que vas a cobrar ladrón!!!” “te paga la AFA y la televisión alcahuete” y por supuesto, demás aversiones contra la madre que seguramente será una santa como todas las madres, incluidas claro las del cabezón Bassi y Bongianino.
Se trata de algo así como de una licencia piadosa, un permiso al desencajo, que a la luz del raciocinio no resulta sino causal de una vergüenza extrema y hasta el desconocimiento de uno mismo. Pero la pasión del fútbol es así, enferma sin diagnostico ni cura que lo remedie.
Claro que ese domingo no podía soslayarse que La Candela era el equipo chico; y que Boca, como todo equipo grande eternamente favorecido por la prensa y el favorito de la mayoría de la gente de todo un país y del mundo iba a llevarse, seguramente, la mejor parte de las decisiones arbítrales. Por eso uno estaba preparado para la afrenta.
Desde el parque ya lo veía relucir, el “Sasso” mostraba su nueva cara. Todavía conservo en mis retinas aquella noche fresca de principios de la década del 80 del siglo pasado, en la que se estrenó la luz artificial en el estadio Municipal. Era el primer estadio de fútbol iluminado de la zona, como los grandes escenarios del máximo deporte vernáculo. Clubes históricos del interior de la Provincia como Douglas Haig de Pergamino, Ramón Santamarina de Tandil, Huracán de Tres Arroyos, Loma Negra de Olavarría hasta clubes del conurbano como Arsenal de Sarandi, El Porvenir de Gerli y Los Andes de Lomas de Zamora recién pudieron tener su estadio iluminado casi una decada despues.
El Sasso siempre tuvo un drenaje difícil de igualar y las dimensiones de la cancha con su pista olímpica y túnel de ingreso lo han equiparado sin exagerar, a los grandes estadios de primera división.
No había forma que nuestro estadio no estuviera a la vanguardia, dado que la liga albertina por aquellos años era presidida por emprendedores y nobles dirigentes como Juan Manuel Sasso y Oscar Palazzo, entre otros. Fue en esos años que Alberti, que justamente por tener un estadio iluminado fue sede de un campeonato juvenil internacional en el cual nos visitaran los brasileños de Gremio de Porto Alegre y el equipo albertino tuviera una digna participación, motivando en mi el deseo de participar, a la postre, en la mítica selección de la clase 70 bajo el mando del inolvidable Negro Cardozo que - como no podía ser de otro modo -, y demostrando su pleno conocimiento en la materia, tuvo la sabia decisión de no aceptarme cuando tuve la osadia de ir probarme: “Tenes un gran futuro, pero no en el fubtol, pibe” me dijo con cariño. No era para menos, aquella selección albertina que obtuviera el campeonato provincial juvenil en Carhue en el año 1983 estaba dotada de la mística de los grandes equipos, y jugaban monstruos como el memorable Laucha Cavagnaro que simulaba sin temores a un Giusti de los mejores tiempos; el nene cardozito que no jugaba por ser el hijo del Dt sino por que poseia la pericia y habilidad del volante ofensivo clásico, toque siempre hacia delante a lo Beto Alonso y buscando el gol; el papa Morales, un marcador de punta sereno con oficio inspirado en el chivo Pavoni o el Chiche Savia, mi compañero de banco en la secundaria, un zaguero candelero de personalidad fuerte, a lo Passarella, con una pegada zurda prodigiosa y que por esas cosas del destino el Platense de Vicente López no tuvo la inteligencia de bancarlo y convertirlo en el primer jugador de Alberti en la primera división. Debo reconocer, sin excederme de honesto, que mi presencia débil y timorata en aquel equipo apenas hubiera alcanzado para ser el aguatero, ni más ni menos, aun cuando en los campeonatos de la Acción Católica me apodaran Beckenbauer. Que duerma tranquilo el kaiser, el apodo no obedecía a mi juego ni pegada sino a mi vestimenta blanca con el número del mágico capitán alemán.
El Sasso no se merecía mejor gratificación que la de ser el escenario de semejante evento, ese día, iba a ser el centro del país, mas de 20 millones televidentes iban a conocerlo. Claro debieron pasar varias décadas para dejar atrás esas tribunas de madera que durante años oscilaron gravemente apenas con el compás del salto de un puñado de hinchas, frente al silencio cómplice vergonzoso y holgazán de quienes que ni siquiera pudiendo administrar su economía domestica con fondos propios se ufanaron de administrar las cuentas de nuestro pueblo, dejándolo casi en la ruina y en el abandono absoluto.
Por suerte ello quedo atrás.
Ahora el Sasso, - no podía llamarse de otra manera - todo de cemento lucia hermoso, la platea local sobre el lado lateral lindante al parque recibía la sombra de los árboles señorosos y casi centenarios del San Martín, la platea visitante sobre el camino hacia Mon, por suerte simulaba la antigua vista posterior con los groseros silos, que siempre se mostraron como intrusos y ajenos a su emerito vecino.
De ambos lados de los arcos se construyeron las tribunas generales, del lado del mástil estaba la tribuna visitante, que como buenos anfitriones no podía tener sino una capacidad para 7 mil simpatizantes, toda de cemento con mas de veinte escalones empalmando con las plateas visitante y local a través de un codo semicircular en cada ángulo, acompañando el dibujo del viejo alambrado. De la misma manera se había dispuesto la tribuna local, pero del lado del arco que da al pueblo. Era toda una joya arquitectónica, nada pretensiosa, austera y con reminiscencias de un típico estadio de fútbol ingles.
Estábamos todos en la cancha. Lo vi al Chino Marchisio reconocido hincha y dirigente de San Lorenzo de Alberti, haciendo causa con La Candela - a pesar de la histórica rivalidad entre ambos clubes - muy seguramente por su segundo amor: River Plate. También pude ver a los hermanos Bellusci, Pedrito Caputo, Bolita Perez y al carpo Bibini que se anotaban a la fiesta luciendo su alma candelera y ensayando ser la barrita central que animaba creando cánticos, asimilando los tiempos de la entrañable enfermera del pueblo, Susana Crespi, que como no podría ser de otra manera era fanática de la candela. Todos los días que jugaba el equipo, ella suspendia todas su tareas, dejaba a sus pacientes, en buen recaudo, por supuesto, y se hacia llevar a la cancha por su marido en el viejo rastrojero conyugal para ver a La Candela. En la cabina de transmisión de la radio del pueblo, se los podía ver juntos de nuevo a Costa Frebre y Ladaga, los dos albertinos emblemáticos del relato deportivo que a instancias del Torito iban a seguir la campaña candelera. Muy seguramente iluminados por el querido chancha Melo.
Nadie faltaba, ni siquiera la sonrisa candorosa del eterno Pedro Arruvito, que se colaba sutil y mágicamente en el dibujo que una nube imprimía en el horizonte.
Ya acomodado en mi asiento, me conmovía ver tanta belleza que la modernidad nos regalaba. Con genialidad los ingenieros habían remodelado el estado manteniendo los seis enormes postes lumínicos, esos mismos que vi cuando se prendían muy apaciguadamente por primera vez cuando acariciaba los 10 años. No podía eludir los recuerdos al ver la cancha. El Sasso era el lugar donde la mayoría de los colegios albertinos desarrollaban las actividades deportivas. Como olvidarme cuando en la prueba de los 12 minutos con el Toto Bobbera, la Cordera Figoli y Andresito Marelli nos tirábamos detrás del podio del mástil, para que pasara el tiempo; pero claro ese escondite precario e improvisado no era lo suficiente para albergar a media división, que a la postre intentaba persuadir la prueba con el mismo recurso, entonces la voz implacable del profe Titi Masa nos sentenciaba irremediablemente: “a los que están escondidos detrás del mastil sepan que van a hacer 5 minutos mas de trote seguido de 50 flexiones…..1,2 3 y va.” El Sasso durante años fue sede de las históricas olimpiadas de los colegios secundarios, donde un Michel Farias batiera el record en bala o el loco Echetmaite lanzara la jabalina pasando la mitad de la cancha. Claro esta que en lo que a mi respecta, la historia no era nada favorable, todavía no puedo olvidar la vez que en la carrera de posta desplomara ridículamente faltando dos metros para la línea de llegada haciendo un surco en la pista olímpica. Comprendí de una vez por todas con ese episodio que nunca iba a conocer la gloria deportiva. Por las dudas no quise mirar hacia el lugar donde caí, creo que todavía se puede apreciar una leve ondulación.-
Todos lucíamos exultantes y orgullosos que el país entero viera nuestro estadio, que los relatores y comentaristas del fútbol se llenaran la boca de elogios, por que el Sasso era el resultado del esfuerzo de muchos años de todo un pueblo; que en toda la argentina se hablara de Alberti, no del Alberti cerca de Pilar – “el falso Alberti” -, sino el Alberti verdadero, ese que se encuentra en el centro de la pampa mas fértil, por la ruta 5 camino a Lujan pasando Chivilcoy, que fuera el territorio de Calelian , allí donde el Salado decide hacer una curva como una reverencia a nuestro pueblo, allí donde tiras una semilla y crece oro, el pago de los mejores médicos, ese Alberti que cada uno lleva en la entrañas, pase lo que pase, aun cuando el desarraigo forzoso o voluntario te despierte en cualquier parte de este planeta.
Y como no podía ser de otra manera, el ingreso de los equipos a la cancha fue emocionante, el movimiento de miles de banderas rojinegras acompañaban el aliento novato de los albertinos, pero autentico, ensayando un “la candee…la candee” ; los bomberos a cargo del Tapir Scaturro también se sumaron al acontecimiento haciendo sonar la sirena del carro cisterna apostado estratégicamente en el parque. Lógicamente la presencia de la 12 era imposible ignorar, con su constante repertorio de cánticos xeneixes.
Los candeleros siguiendo a tono con la fiesta, estrenaron nueva vestimenta, medias blancas, pantalon negro y camiseta toda roja con los numeros blancos delineados en negro. Toda una hermosura de la industrial textil.
Boca contaba con un plantel que había salido recientemente campeón de la libertadores y su máxima figura era el 10, un pibe que hacia recordar al Beto Marcico y que prácticamente estaba vendido al Real Madrid, todos especulábamos (incluida la prensa de Buenos Aires) que el as de los bosteros ya tenia la cabeza en otro lado y no iba a rendir al máximo.
La Candela por su lado, pudo mantener al equipo que obtuvo el ascenso, en la mayoría jugadores jóvenes con hambre de gloria, que ya habían alcanzado acariciarla al ganar el nacional B y permitir que el pueblo viviera ese domingo histórico del cual ellos mismos eran a su vez protagonistas. Con el dinero del premio por el ascenso logrado, el equipo albertino pudo traer cinco refuerzos, dos de importancia; un central proveniente de Independiente de Avellaneda con experiencia en el exterior, (que con sus 36 años años estaba quemando sus últimos cartuchos) y un cinco juvenil que había sido postergado en River.-
El deseo de todos era terminar el primer tiempo empatados. Era difícil, casi imposible conforme a los antecedentes. Boca como se preveía, salio como una aplanadora, nuestros jugadores estaban nerviosos, en los primeros quince minutos los bosteros tuvieron cinco jugadas de gol, una con travesaño incluido y un uuuhhhhh estruendoso de la doce. Igual el gol no tardo en llegar, como una sentencia inevitable, haciendo valer el peso inefable de su historia, en el minuto 25 Boca se puso arriba de la mano del 10 que despejo todas las dudas de la prensa y las especulaciones candeleras; ese pibe maldito y desgraciado tenia la pelota atada a su pies !! …. y estaba metido en el partido mas que nunca !!.
Igual no había desazón entre los albertinos, se sabía de antemano que era un partido difícil. Se jugaba contra el más grande. Ahora rezábamos que al menos la derrota fuera modesta.
Sin embargo a partir del gol xeneixe y con el pasar de los minutos los jugadores candeleros empezaron a tener confianza y pudieron desarrollar su típico juego; toque y apertura de la cancha hacia los laterales sin descuidar la línea de fondo, fue así como salimos campeones y era así como había que enfrentar al monstruo azul y amarillo. El zaguero proveniente de los diablos de avellaneda empezó a mostrar su experiencia y con sus ordenes armó lentamente una pared defensiva que neutralizo el juego de los xeneixes. Por suerte se fue el primer tiempo con la diferencia mínima a favor de Boca. Era casi una hazaña.
En el entretiempo, como es costumbre trate de metabolizar la leve pena transitoria con tres chori y una coca, mientras lograba divisar en la tribuna visitante la presencia de albertinos; es que “nunca faltan los traidores en una fiesta”.
La gran pregunta era si los candeleros podían resistir a los bosteros y lograr empatar el partido o al menos evitar una goleada. Ciruli, vecino albertino entrañable, que justo pasaba a mi lado me hizo recuperar el entusiasmo: Acordate!! Lo damos vuelta, hermano !!.- me dijo quien con la sabiduría que otorga la universidad de la calle y de la vida puede hasta vaticinar el futuro.
Y no se equivocó, sospecho que tambien, por una orden milagrosa de la Virgen del Rosario que en secreto lucia orgullosa la rojinegra, ahi solita en la Iglesia, La Candela en el segundo tiempo, contra todos los pronósticos y las preferencias del país futbolero entero, en los últimos quince minutos dio vuelta el resultado. La mitad mas uno quedo enmudecida. Todo un pueblo emocionado, envuelto en un llanto de gloria, asistía a un día memorable, unico, histórico; el relato de Víctor Hugo era elocuente hablaba de un David llamado La Candela derrotando al súper poderoso Golliat Azul y Amarillo azorado y sorprendido por un planteo inteligente y una táctica ordenada de un humilde pero respetadísimo equipo de fubtol.
La hazaña se había cumplido. En la noche del domingo en la televisión todos los programas de fútbol, los noticieros y hasta Cronica TV hablarían del mal paso de Boca en el comienzo del campeonato a raíz de la brillante actuación de un aguerrido equipo del interior. La cara con los ojos exaltados del 9 rojinegro gritando el segundo gol, el de la victoria, será seguramente la tapa de Ole del lunes y del resto de los diarios.
De pronto alguien me toca el brazo y me despierta; es mi hijo que me reclama y quiere agua, ya son las cuatro y media de la mañana. Como pude, me recompuse del sillón y fui hasta la cocina a fin de cumplir con la demanda primogénita pensando aun en la trama precisa y detallada de lo que había soñado.
Recordé una cita, creo que de Fiodor Dostoievski “nada es inalcanzable, si es posible de concretarlo”. Entonces la memoria, de inmediato me trajo a la mente aquella tarde bahiense, hermosa, soleada y de suave brisa del 27 de diciembre de 2001, en la que mi glorioso y eterno Olimpo de Bahía Blanca lograra, en plena crisis de un país que ensayaba presidentes, el ascenso a la primera A del fútbol argentino con una goleada ante el Instituto de Córdoba; ello tras 10 años de lucha y pasar por todas las divisiones del Torneo Argentino, ese mismo torneo que La Candela se aprestaba a jugar por primera vez.
No pude evitarlo, mientras observaba como mi hijo tomaba el vaso de agua, fui por la billetera, y la abri. Ahí estaba con su mirada cómplice, como guiñándome un ojo, tal como lo hizo aquella tarde de Diciembre del 2001, cuando le agradecía por la hazaña aurinegra, mientras acompañaba la vuelta olímpica del campeón desde el mismísimo césped del Carminatti. Fue mi compañera siempre, desde mi ultima mañana albertina previo a partir hacia Buenos Aires definitivamente; cuando mi vieja me la regalo me dijo: “llévala contigo siempre, ella te va a proteger y conceder todo lo justo que le pidas.... es la estampita de nuestra patrona”. Entonces esbozé una leve sonrisa, acababa de tener un sueño esperanzador.-